Segunda entrega de la historia de la Colorada y el Cataldo, los personajes que Di Benedetto creo para "El cariño de los tontos".
Otra vez Toulouse Lautrec ilustra el relato.
- Puedo distinguir los colores con los ojos cerrados - dice la Colorada.
- Sin maravillarse, Cataldo informa:
- Yo también.
- ¿Vos también?- la Colorada se alegra de compartir un don con Cataldo.
Pero lo pone en situación de prueba:
-¿A ver?... Cerrá los ojos y decí.
Cataldo no creía que llegaran a tanto. Traga saliva, junta los párpados y espera.
La Colorada no le propone nada, porque busca alrededor qué nombrarle y no lo halla.
Cataldo reclama:
- ¿Y?...
Urgida, la muchacha explora en sí misma: mete una mano debajo de la blusa, encuentra algo y lo saca.
-¿Qué tengo?
Cataldo intenta tocar. Ella le da un manotón. Cataldo huele con vehemencia, ampliando las fosas nasales. Discute:
- Color, dijimos. Qué cosa es no me doy cuenta.
- ¿Te digo?
- Sí, preciso. Decime.
- Es un bretel.
-¿Cómo lo sacaste? Se te perderán las enaguas.
- No te importa. El color quiero saber. Decí el color.
- Rosado.
- No, blanco.
Cataldo rezonga:
- Yo iba a decir blanco...
La Colorada se entusiasma:
- ¿Sabías que era blanco?
- Sí.
- ¿De veras?
- Entonces ganaste.
Lo ataja:
- ¡Sin abrir los ojos! Vamos a seguir:
Se toma un tiempito y sigu:
- ¿Tengo pecas?
- Sí tenés. ¿No lo sabías?
- Sí que lo sé; pero yo no sabía si lo sabés vos.
- Sí lo sé.
- ¿De antes?
- De antes.
- ¿Te fijaste el color?
- Nunca, palabra.
- ¿Cierto?
- Muy cierto.
- Entonces, adiviná.
- Tenés pecas rojizas.
- No.
Cataldo abre los ojos, extrañado, para comprobar. Examina bien las pecas de la amiga y tantea una averiguación, recelando de ofender:
- ¿No son coloradas?
- No.
- ¿Ni así: medio coloradas con marrón?...
- Dije que no.
Se resigna:
- Bueno, me equivoqué.
- Sigamos con otra cosa.
Cataldo acata con inquietud. Sin embargo, en un buen rato, la Colorada no sale adelante.
- ¿Te ayudo?- se insinúa Cataldo con timidez.
- No está bien, pero, a ver.
- ¿Algo que esté lejos?
Ella acepta.
Cataldo aprieta los párpados y dice:
- Suspiros, tu sobrina, es azul.
- Sí, pero no vale. Lo sacaste por el nombre.
- No, te lo juro- argumenta Cataldo aprovechando para abrir los ojos-. Ni me acordaba del color de esas flores.
Se aleja del juego lo más que puede:
- ¿Qué le llevamos hoy?
Porque todos los días los dos tontos le llevan algo: un cangrejo de pinzas coloradas, una larga espiga de cortadera florecida, un pichón de gorrión de grandes boqueras amarillas que cayó del nido...
* Dedicado con especial cariño, especialísimo diría a mi querido Tomás, que se enternece con estas palabras.