Exorcismo.
Ocurrió en 1950. Contra todo pronóstico, contra toda evidencia, Brasil fue derrotado por Uruguay y perdió su campeonato mundial de fútbol.
Después del pitazo final, mientras caía el sol, el público siguió sentado en las gradas del recién inaugurado estadio de Maracaná. Un pueblo tallado en piedra, inmenso monumento a la derrota: la mayor multitud jamás reunida en la historia del fútbol no podía hablar, ni podía moverse. Allí se quedaron los dolientes, hasta bien entrada la niche.
Y allí estaba Isaías Ambrosio. Le habían regalado una entrada, por haber sido uno de los albañiles que habían construido aquel estadio.
Medio siglo después, Isaías seguía estando allí.
Sentado en el mismo lugar, ante las gradas vacías del gigante de cemento, repetía su inútil ceremonia. Cada atardecer, a la hora fatal, Isaías trasmitía la jugada que había sellado la derrota, pegada la boca a un micrófono invisible, para la audiencia de una radio imaginaria. La trasmitía paso a paso, sin olvidar ningún doloroso detalle, y con voz de locutor profesional gritaba el gol, o más bien lo lloraba, y volvía a llorarlo, como en la tarde anterior y en la tarde siguiente y en todas las tardes.
* el texto es de Eduardo Galeano, en "Bocas del tiempo".
y la foto es de Pedro, que esta vez jugamos a la inversa. yo elegí una foto suya que me gustaba, y él le acopló el texto. casualmente, Galeano, hace como 4 años o más, fue la razón por la cual empezamos a hablar.
gracias y gracias querido!