(...)
¿Qué tal unos cigarrillos que se llamen Te quiero? ¿Qué tal unos cigarrillos que se llamen Te quiero desde el primer momento en que te vi? ¿Qué tal unos cigarrillos que se llamen Te quise incluso antes de verte por primera vez?
6– El libro de la princesa rusa, el de las memorias. Lo habrán leído. Todos lo hemos leído. Más que Veinte mil leguas de viaje submarino y más que El conde de Montecristo.
Yo lo leía en clase, apoyado en las rodillas. Una vez lo dejé olvidado en el baño, sobre el bidé, y mi papá me lo devolvió.
Mi papá era el hombre más bueno de la avenida 24 de Setiembre. Revolvía la polenta con una cuchara de madera, se alisaba las rayas del pantalón con las yemas de los dedos y cuando tenía ganas de joder se hacía la raya al medio y se peinaba como Urquiza.
Señoría, exijo la inmediata inclusión de mi papá.
7– Televisor no.
No me gusta la televisión.
Ni siquiera cuando dan El viejo y el mar, con Spencer Tracy.
Spencer Tracy: “El hombre no está hecho para la derrota. Se puede destruir a un hombre, pero no derrotarlo”.
8– Un poema breve, dulce y eficaz, como cuando las madres hacen dormir a sus bebés balanceando los talones y dicen mumma mumma.
¡Ah, si yo pudiera escribir mumma mumma!
9– Un amigo, no sé qué amigo, uno de esos a los que veo una vez cada dos o tres años, nos damos un abrazo y ya está.
10– Esa canción de Lucio Dalla en la que un niño permanece encogido contra un muro porque tiene miedo de morir. Yo no sé si Lucio Dalla es bueno o malo, ni cómo se llama la canción, pero cada vez que la escucho rezo por el niño. Y por mí. Y por toda la gente que tiene miedo de morir.
11– Una foto para verme tal como fui: un joven con vaqueros Far West que caminaba a zancadas por el área peatonal, rompiéndola. Un joven que ya no existe porque me lo fui comiendo como a una galletita. Hoy soy nada más que un pedacito de Manón, Señoría, un cuarto de Rodhesia.
¿Qué tal unos cigarrillos que se llamen Te quiero? ¿Qué tal unos cigarrillos que se llamen Te quiero desde el primer momento en que te vi? ¿Qué tal unos cigarrillos que se llamen Te quise incluso antes de verte por primera vez?
6– El libro de la princesa rusa, el de las memorias. Lo habrán leído. Todos lo hemos leído. Más que Veinte mil leguas de viaje submarino y más que El conde de Montecristo.
Yo lo leía en clase, apoyado en las rodillas. Una vez lo dejé olvidado en el baño, sobre el bidé, y mi papá me lo devolvió.
Mi papá era el hombre más bueno de la avenida 24 de Setiembre. Revolvía la polenta con una cuchara de madera, se alisaba las rayas del pantalón con las yemas de los dedos y cuando tenía ganas de joder se hacía la raya al medio y se peinaba como Urquiza.
Señoría, exijo la inmediata inclusión de mi papá.
7– Televisor no.
No me gusta la televisión.
Ni siquiera cuando dan El viejo y el mar, con Spencer Tracy.
Spencer Tracy: “El hombre no está hecho para la derrota. Se puede destruir a un hombre, pero no derrotarlo”.
8– Un poema breve, dulce y eficaz, como cuando las madres hacen dormir a sus bebés balanceando los talones y dicen mumma mumma.
¡Ah, si yo pudiera escribir mumma mumma!
9– Un amigo, no sé qué amigo, uno de esos a los que veo una vez cada dos o tres años, nos damos un abrazo y ya está.
10– Esa canción de Lucio Dalla en la que un niño permanece encogido contra un muro porque tiene miedo de morir. Yo no sé si Lucio Dalla es bueno o malo, ni cómo se llama la canción, pero cada vez que la escucho rezo por el niño. Y por mí. Y por toda la gente que tiene miedo de morir.
11– Una foto para verme tal como fui: un joven con vaqueros Far West que caminaba a zancadas por el área peatonal, rompiéndola. Un joven que ya no existe porque me lo fui comiendo como a una galletita. Hoy soy nada más que un pedacito de Manón, Señoría, un cuarto de Rodhesia.
- fragmento de un relato llamado "Señoría", publicado en la sección "Quiénes y cuándo" de Daniel Salzano, en La Voz del Interior, diario de Córdoba.
no sé de quién es la foto.
pero todo el conjunto yo se lo quiero dedicar a l., sabrá él por qué.